Cuando los juglares recitaban los cantares de gesta, la gente pedía que repitieran los fragmentos más interesantes. El pueblo los aprendió y al repetirlos exclusivamente de forma oral, fue cambiando su contenido. En el siglo XV desapareció el gusto por los cantares de gesta, pero se siguieron recordando algunas partes de los mismos que se convirtieron en romances.Romance es un poema formado por una serie indefinida de versos octosílabos, de los cuales los versos pares riman en asonante y los impares quedan libres.Los primeros romances tiene su origen en el cantar de gesta. Cada uno de sus versos estaba dividido en dos partes o hemistiquios por una pausa ocesura con una sola rima asonante. El pueblo al aprenderlos utilizó la forma más fácil y breve; de forma que el segundo hemistiquio del cantar de gesta pasó a ser el segundo verso del romance, el segundo hemistiquio del segundo verso, pasó a ser el cuarto verso del romance y así sucesivamente.Como la fórmula del romance gustaba mucho al público, los juglares empezaron a componer otros en los que daban noticias, recogían leyendas populares, etc.Los romances tiene un lenguaje sencillo y sugerente. En muchas ocasiones, los juglares dejaban la acción interrumpida para dar mayor misterio a sus narraciones. Hasta el siglo XVI no se comenzaron a escribir los romances. A causa de la transmisión oral de los romances a través de los siglos; es posible encontrar varias versiones del mismo poema.
Clases de romances
- Históricos: Tratan temas relacionados con la historia.
- Fronterizos: Narran lo que pasaba en las fronteras o en las batallas fronterizas contra los moros.
- Legendarios: Están basados en leyendas populares.
- Carolingios: Narran hazañas de héroes de la épica francesa.
- Novelescos: Se basan en temas inventados.
- Líricos: Expresan sentimientos del autor.
El romancero es la agrupación de todos los romances que se han escrito desde el siglo XIV hasta nuestros días.
- El romancero viejo: Está formado por todos los romances anónimos compuestos desde el siglo XIV al siglo XVI.
- El romancero nuevo: Está formado por todos los romances nuevos o artísticos escritos por autores cultos y conocidos a partir de la segunda mitad del siglo XVI.
ROMANCE DE GERINELDO (ROMANCERO VIEJO)
-«Gerineldo, Gerineldo,
el mi paje más querido,
quisiera haberte esta noche
en este jardín sombrío».
-«Como soy vuestro criado,
señora, os burláis conmigo».
-«No me burlo, Gerineldo,
que de verdad te lo digo».
-«¿A qué hora, mi señora,
complir héis lo prometido?»
-«Entre las doce y la una,
que el rey estará dormido».
Tres vueltas da a su palacio
y otras tantas al castillo;
el calzado se quitó
y del buen rey no es sentido,
y viendo que todos duermen,
do posa la infanta ha ido.
La infanta, que oyera pasos,
de esta manera le dijo:
-«¿Quién a mi estancia se atreve
¿quién a tanto se ha atrevido?».
-«No vos turbéis, mi señora,
yo soy vuestro dulce amigo,
que acudo a vuestro mandado
humilde y favorecido».
Enilda le ase la mano
sin más celar su cariño:
cuidando que era su esposo
en el lecho se han metido,
y se hacen dulces halagos
como mujer y marido:
tantas caricias se hacen
y con tanto fuego vivo,
que al cansancio se rindieron
y al fin quedaron dormidos.
El alba salía apenas
a dar luz al campo amigo
cuando el rey quiere vestirse,
mas no encuentra sus vestidos:
-«Que llamen a Gerineldo,
el mi buen paje querido».
Unos dicen: «No está en casa».
Otros dicen: «No lo he visto».
Salta el buen rey de su lecho
y vistióse de proviso,
receloso de algún mal
que puede haberle venido:
al cuarto de Enilda entraba
y en su lecho halla dormidos
a su hija y a su paje
en estrecho abrazo unidos.
Pasmado quedó y parado
el buen rey muy pensativo,
pensándose qué hará
contra los dos atrevidos:
-«¿Mataré yo a Gerineldo,
al que cual hijo he querido?
Si yo matare la infanta,
mi reino tengo perdido!».
En tal estrecho, el buen rey,
para que fuese testigo,
puso la espada por medio
entre los dos atrevidos.
Hecho esto, se retira
del jardín a un bosquecillo.
Enilda al despertarse,
notando que estaba el filo
de la espada entre los dos,
dijo asustada a su amigo:
-«Levántate, Gerineldo,
levántate, dueño mío,
que del rey la fiera espada
entre los dos ha dormido».
-«¿Adónde iré, mi señora?
¿Adónde me iré, Dios mío?
¿Quién me librará de muerte,
de muerte que he merecido?».
-«No te asustes, Gerineldo,
que siempre estaré contigo:
márchate por los jardines,
que luego al punto te sigo».
Luego obedece a la infanta,
haciendo cuanto le ha dicho,
pero el rey, que está en acecho,
se le hace encontradizo:
-«¿Dónde vas, buen Gerineldo?
¿Cómo estás tan sin sentido?»
-«Paseaba estos jardines
para ver si han florecido,
y vi que una fresca rosa
el color ha deslucido».
-«Mientes, mientes, gerineldo,
que con Enilda has dormido».
el mi paje más querido,
quisiera haberte esta noche
en este jardín sombrío».
-«Como soy vuestro criado,
señora, os burláis conmigo».
-«No me burlo, Gerineldo,
que de verdad te lo digo».
-«¿A qué hora, mi señora,
complir héis lo prometido?»
-«Entre las doce y la una,
que el rey estará dormido».
Tres vueltas da a su palacio
y otras tantas al castillo;
el calzado se quitó
y del buen rey no es sentido,
y viendo que todos duermen,
do posa la infanta ha ido.
La infanta, que oyera pasos,
de esta manera le dijo:
-«¿Quién a mi estancia se atreve
¿quién a tanto se ha atrevido?».
-«No vos turbéis, mi señora,
yo soy vuestro dulce amigo,
que acudo a vuestro mandado
humilde y favorecido».
Enilda le ase la mano
sin más celar su cariño:
cuidando que era su esposo
en el lecho se han metido,
y se hacen dulces halagos
como mujer y marido:
tantas caricias se hacen
y con tanto fuego vivo,
que al cansancio se rindieron
y al fin quedaron dormidos.
El alba salía apenas
a dar luz al campo amigo
cuando el rey quiere vestirse,
mas no encuentra sus vestidos:
-«Que llamen a Gerineldo,
el mi buen paje querido».
Unos dicen: «No está en casa».
Otros dicen: «No lo he visto».
Salta el buen rey de su lecho
y vistióse de proviso,
receloso de algún mal
que puede haberle venido:
al cuarto de Enilda entraba
y en su lecho halla dormidos
a su hija y a su paje
en estrecho abrazo unidos.
Pasmado quedó y parado
el buen rey muy pensativo,
pensándose qué hará
contra los dos atrevidos:
-«¿Mataré yo a Gerineldo,
al que cual hijo he querido?
Si yo matare la infanta,
mi reino tengo perdido!».
En tal estrecho, el buen rey,
para que fuese testigo,
puso la espada por medio
entre los dos atrevidos.
Hecho esto, se retira
del jardín a un bosquecillo.
Enilda al despertarse,
notando que estaba el filo
de la espada entre los dos,
dijo asustada a su amigo:
-«Levántate, Gerineldo,
levántate, dueño mío,
que del rey la fiera espada
entre los dos ha dormido».
-«¿Adónde iré, mi señora?
¿Adónde me iré, Dios mío?
¿Quién me librará de muerte,
de muerte que he merecido?».
-«No te asustes, Gerineldo,
que siempre estaré contigo:
márchate por los jardines,
que luego al punto te sigo».
Luego obedece a la infanta,
haciendo cuanto le ha dicho,
pero el rey, que está en acecho,
se le hace encontradizo:
-«¿Dónde vas, buen Gerineldo?
¿Cómo estás tan sin sentido?»
-«Paseaba estos jardines
para ver si han florecido,
y vi que una fresca rosa
el color ha deslucido».
-«Mientes, mientes, gerineldo,
que con Enilda has dormido».
ROMANCE SONÁMBULO (FEDERICO GARCÍA LORCA)
Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar, y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura, ella sueña en su baranda, Verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Verde que te quiero verde. Bajo la luna gitana, las cosas la están mirando, Y ella no puede mirarlas. | |
Verde que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba. La higuera frota su viento con la lija de sus ramas, y el monte, gato garduño eriza sus pitas agrias. Pero ¿quién vendrá? ¿Y por dónde? . . . Ella sigue en su baranda, verde carne, pelo verde, Soñando la mar amarga. | |
-- Compadre, quiero cambiar mi caballo por su casa, mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta. Compadre, vengo sangrando, desde los puertos de Cabra. -- Si yo pudiera, mocito, este trato se cerraba. Pero yo ya no soy yo, Ni mi casa es ya mi casa. -- Compadre, quiero morir decentemente, en mi cama. De acero, si puede ser, Con las sábanas de holanda. ¿No ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta? -- Trescientas rosas morenas lleva tu pechera blanca. Tu sangre rezuma y huele alrededor de tu faja. Pero yo ya no soy yo, Ni mi casa es ya mi casa. -- Dejadme subir al menos hasta las altas barandas. ¡Dejadme subir!, dejadme hasta las verdes barandas. Barandales de la luna por donde retumba el agua. | |
Ya suben los dos compadres hacia las altas barandas. Dejando un rastro de sangre. Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados Farolillos de hojalata. Mil panderos de cristal Herían la madrugada. | |
Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. Los dos compadres subieron. El largo viento, dejaba en la boca un raro gusto de hiel, de menta y de albahaca. -- ¡Compadre! ¿Dónde está, dime, dónde está tu niña amarga? -- ¡Cuántas veces te esperó! ¡Cuántas veces te esperara, cara fresca, negro pelo, en esta verde baranda! | |
Sobre el rostro del aljibe se mecía la gitana. Verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Un carámbano de la luna la sostiene sobre el agua. La noche se puso íntima como una pequeña plaza. Guardias civiles borrachos en la puerta golpeaban. Verde que te quiero verde. Verde viento, verdes ramas. El barco sobre la mar. Y el caballo en la montaña. |
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